Hasta cuándo

,

Después de algunos minutos de discutir con mi amigo Diego, no pudimos llegar a ninguna parte. No pudimos sabes cuál de los dos tenía razón. Sucede que ni Diego ni yo somos latinistas, y nuestros latines de universidad ya están lo suficientemente lejos como para que ninguno de los dos se anime a afirmar rotundamente que la cosa es así o asá.

Lo que estaba en discusión es el comienzo de la primera Catilinaria. Según mi versión: "Quousque tandem, Catilinae, aburere patientia nostra", cuya traducción sería: "¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?". Según la versión de Diego, "Quousque tandem, Catilinae. Non abuteris patientia nostram", cuya traducción sería: "¿Hasta cuándo, Catilina? ¡No abuses de nuestra paciencia!".

Rapidito, porque lo que me interesa es pasar a otra cosa: Las Catilinarias son los cuatro discursos que Cicerón contra Catilina en el Senado, después de que descubriera la conspiración para matarlo. La historia oficial dice que, durante la república romana, Catilina usó la Banelco porque quería ser cónsul y no le iba bien en las encuestas. Cicerón prohibió el uso de la Banelco, Catilina planea matarlo, Cicerón lo descubre, que pum que pam, Cicerón es nombrado cónsul, Catilina sigue rosqueando, Cicerón convoca al Senado, Catilina, ¡descarado!, va y Cicerón, in your face, le canta las 40. (Junto con la fotocopia que descansa en vaya a saber dónde hay otra fotocopia de no sé qué revisionista ruso que dice que, según parece, ni Cicerón era tan bueno, ni Catilina era tan malo. Se las debo).

Esa es la primera Catilinaria, cuyo comienzo nos convoca. Apelo a Wikipedia:

Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra? Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?

¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros? ¿Cuándo acabará esta desenfrenada audacia tuya?


Vayamos, ahora sí, al quid de la quaestio, a esta altura ya lo intuirán, el "hasta cuándo".

Hoy murió el hermano de mi amiga Adriana después de "una larga enfermedad". Cuando me enteré me sentí aliviado. Al Negro lo vi tres o cuatro veces, pero sé de la gran preocupación y pesar que cargó esa familia durante los últimos años. Por eso me sorprendí cuando la llamé a Adri y la escuché tan afectada. Pensé que después de años preguntándose "hasta cuándo" iba a durar esa enfermedad, ahora que había terminado iba a sentirse aliviada. Pero no.

Desde entonces que lo doy vueltas al "hasta cuándo". Y la remisión a Capusotto, claro, es obvia. Pero también pensaba, sin llegar a integrar en un todo coherente, las "condiciones de posibilidad" de una frase así.

Fue necesario que el tiempo fuera algo más que la sucesión de días y noches, que existiera esa cosa llamada "futuro", diferente del pasado y del presente, que los hombres tuvieran la posibilidad de actuar sobre él, para que en ese futuro se agenciara la posibilidad de cambiar el estado de cosas actual, y que a ese agenciamiento se lo llamara esperanza o sueños, para que los hombres pudieran cuestionar las condiciones de existencia presentes y su supervivencia.

Pero hay más: "hasta cuándo" no es, por ejemplo, "Y va a caer...". Es un lamento, más que un verdadero deseo. Una queja que no propone nada: por eso, por ahí, ahora que el Negro murió, Adriana no encontró el consuelo que pensó que iba a llegar.

Y ahí, mientras esperaba en la cola para recargar mi subtepass, un doña demasiado perfumada -incluso para la línea D-, rezongaba con otra doña contra los K, que hasta cuándo iban a seguir con haciendo de las suyas, que ya la tenían cansadas, y encima los subtes mirá cómo funcionan.

Decía, ahí, en el subte, con la doña chillando, me acordé de este post y, ay, suspiré.


No hay comentarios:

Publicar un comentario